El comercio en una ciudad minera es imposible, ya que unos maleantes se dedican a asaltar todos los convoyes de plata. Poco a poco, los propietarios de las minas pierden la ilusión y deciden huir, vendiendo sus posesiones por muy pocos dólares al hombre más poderoso de la comarca. Por ello, la dueña del salón decide llamar al alguacil de mejor reputación del Oeste: el afamado Wyatt Earp.