Un juez se somete a un experimento consistente en un trasplante de cerebro como única posibilidad para poder salvar su vida. La intervención se lleva a cabo con la donación de un joven que muere atropellado por un coche, resultando quirúrgicamente un éxito. Sin embargo, el problema surge cuando una vez superada la intervención el juez no se reconoce ni a sí mismo, ni a su entorno familiar, ni a sus amigos, ni a su profesión. Es otro ser en otro cuerpo que no corresponde al cerebro en el que se encierra el pasado y el proyecto de vida de un muchacho que murió pero que sigue vivo en su mente.