Fue un día en Addis Abeba. Unos amigos me invitaron a un local musical especializado en danzas etíopes. Yo desconocía dichas danzas y les puedo asegurar que aluciné. Una maravilla. Recuerdo en especial un número en el que danzaban un grupo de chicas y creo que en aquel momento tuve claro que en mi próximo espectáculo podría incluir algunas de las danzas que vi. Fueron cuatro meses de ensayo en Etiopía duros, pero duros. Debo reconocer que después de tantos años trabajando solo en el escenario, al ver tanta gente en escena me mareaba. La sonrisa etíope viene de considerar que la forma de sonreír de este pueblo es de una belleza extraordinaria. ¡Va por ellos!