Amalia regresa a Córdoba para pasar la cuarentena en una casa vieja. Su esposo Dan está en África haciendo un documental y le envía grabaciones de sonido cada vez más extrañas. En un apartamento cercano vive Fausta, una joven misteriosa y atractiva a la que espía. Amalia no puede dormir, la casa parece hablar. A medida que la comunicación con Dan se vuelve más distante, las señales de que Amalia está viviendo con un espíritu se vuelven más claras.