Cuentan que hace mucho tiempo vivían en la comunidad tres hermanos. Un hombre y dos mujeres, Atz’am (Sal) y K’a’ (amarga). Mientras él se encargaba de llevar leña a casa; ellas se turnaban para cocinar. Pero siempre la comida de Atz’am sabía mejor. Un día su hermana la espió y descubrió a Atz’am agregarle un poco de su moco a la comida. K’a’ corrió a contarle a su hermano. Atz’am había descubierto que su moco tenía sabor a sal y eso es lo que hacía que la comida fuera más rica, pero el hermano enojado estalló de enojo Atz’am salió llorando y decidió entonces irse lejos. Nunca se supo en qué lugar se quedó a vivir, pero cuentan que las lágrimas y la sangre que derramó dieron origen a las minas más grandes de sal de San Mateo, que los chuj seguimos cuidando y recordando.