La ejecución pública de criminales es un habitual en el Coliseo, pero, durante los 123 días de los juegos de Trajano en el año 107 d. C., una de estas víctimas no es un preso corriente. Se trata del obispo Ignacio de Antioquía, que pertenece a una religión clandestina cuya expansión amenaza la tradición romana: el cristianismo. ¿Su ejecución servirá para enviar un mensaje o difundirá la palabra de Cristo más allá de lo que Trajano esperaba?