La decisión de ser santa, o por lo menos mártir, lleva a Celia a extremos disparatados, contra los que lucha don Restituto. Un día, al levantarse don Restituto la sotana para sacar unas llaves, Celia descubre que lleva pantalones, como su papá, y es, por tanto, un hombre. Celia y una amiga están decididas a seguir adelante con su propósito de santidad, construyendo primero una capilla con ladrillos robados, y planeando después una huida a tierras africanas. En el colegio una de las monjas idea un truco para que la madre superiora pregunte y cada niña conteste lo correcto, ante la asistencia de las familias. Pero las niñas dan respuestas inverosímiles y Celia se ve obligada a explicar lo ocurrido y es castigada. Sus padres parten hacia la China, llevándose a Cuchifritín. Ella se quedará sola con las monjas. Su padre, como obsequio, le regala un libro en blanco para que escriba en él lo que quiera.